Hemos vivido acechadas por el miedo, la injusticia y la violencia, como si fuera justificada “por ser mujer”, como si cada cicatriz fuera merecida, como si ser mujer fuera una condena.
Pero ya se nos encendió en las tripas el fuego de la rabia, que nos llega a la garganta y se enuncia; y se junta con el grito de otras y ruge; retiembla en las paredes y se queda inscrita en los monumentos.
Juntas resistimos y florecemos. Nos rebelamos con la memoria en el cuerpo. Sí, porque somos mujeres, no olvidamos.